A veces cuesta saber de dónde eres en realidad… Hacer de un sitio tu hogar no es tan fácil, siento que soy de todas partes, y a la vez de ninguna, que me gusta hacer mi propio hogar con cada sentimiento que me produce una nueva ciudad..
Me gusta viajar, y conocer sitios nuevos, y que me hagan tener nuevas sensaciones.. pero que mientras viajo, me sienta parte del mundo, que todo el mundo es mi casa.
Viajo a Madrid para sentirme perdida, cuando empiezo a ver los edificios en el tren, siento que llega mi hogar, y a la vez que se aleja… me encanta la sensación de saber que tendré que encontrarlo todo de nuevo. Que tengo mis sitios preferidos, y me quedan más de cien por descubrir.
No coger el metro, ni el taxi, ni el bus, porque aunque llueva yo quiero andar, y mojarme, y que nadie me mire raro.. Y pasear hasta llegar a ninguna parte. Perderme, porque voy demasiado ensimismada en cada pequeño detalle como para darme cuenta de que mi destino estaba calles atrás.
Puede parecer estresante, pero a mi me gusta ir por la calle, llena de mil cosas.. Llevar un bolso bien grande, donde puedo meter de todo y todo es un caos, mi propio caos. Me gusta llevar trescientas cosas en la mano, mi café, mi móvil, el ipod.. para poder adornar con la banda sonora que yo elija cada uno de mis pasos, de las sonrisas que me saca esta ciudad..
Me gusta pasear, pasear sola y no necesitar a nadie, descubrirlo todo por mi misma y después, encontrarme con caras más que conocidas, abrazos de esos que también, en parte, son tu hogar, y con los que piensas que no necesitarías nada más…
Discutir, durante horas, entenderte y llegar a puntos en común, pensar diferente y encontrar ese hilo de opinión que te hace estar de acuerdo y querer abrazar la sensación de sentirte entendida.
Creerte pequeña y verte grande.
Sentirme parte de todo, y no querer partir nunca, pero que cuando me esté llendo, también sienta que voy hacia mi hogar.. Quizás sea la ventaja de ser de todas partes, o de encontrar pequeñas maravillas de un lugar, que pasen a tu recuerdo para ser rescatadas y revividas mas tarde.
Montar en su coche, y disfrutar de ese olor que siempre tiene y que me hace sentir aliviada, porque estoy con él, y nada malo me pasará en sus brazos. Podría pensarse rutinario, pero a pesar de lo bueno y lo malo, yo lo cojo con la misma ilusión cada día. No me canso de la imperfecta perfección.
Acurrucarme en mis sábanas y que mi colcha gordita, suene de esa manera tan graciosa cuando la estrujo, y me arropo hasta el cuello para disfrutar de mis horas de sueño.
Una tormenta de verano, de esas que por la noche, no paran de sonar y hacer luz con las pequeñas líneas plateadas que hacen en el cielo, esos rayos que tanto miedo y gracia me causan a la vez, y al día siguiente, ese enorme sol que disimula todo lo anterior.

Es una delicia que cada momento pueda hacerte feliz si lo miras desde el punto de vista adecuado, que cada sitio tenga su gracia, que cada lugar ya visitado, cada persona, cada sensación, te vuelva a conquistar como si fuera la primera vez que lo vives. Sentirte nada y a la vez sentirte la reina del mundo cuando te calzas en 15 cm de altura. Regalar sonrisas por la calle, o serias miradas que ocultan mucho más. Estar hasta el cuello de exámenes, de textos que estudiar, pero que a pesar de ser el momento menos adecuado, yo escriba ahora porque es cuando me apetece, y cuando siento que debo hacerlo. Sentir que el mundo es tú mundo, y que cada una de las cosas, sensaciones, vivencias y ratos, son solo sus más pequeños detalles, que lo hacen tan especial, y tan tuyo.
Albita.